sábado, 9 de junio de 2012

¿Ya te sientes un poquito mejor?



Me arrastré por toda la semana hasta llegar al viernes.

Cuando toqué ese piano pensé en lo mucho que le faltaba a mi coordinación motriz para hacer que mis dedos obedecieran las órdenes que mis impulsos nerviosos le daban, inspirados en esa idea de cómo es que yo quiero que suene.

Y me golpeó en la cara, como un enorme anuncio de propaganda electoral cuando tienes la atención dispersa: ya está: Ya la puedo tocar.

Me ha dado la mano, me ha permitido verla a la cara: ha esbozado una sonrisa.

Estoy un paso más cerca de hacerla mía.

En la música de primer nivel aquella de la que estoy tan lejos no se juzga a un instrumentista por las notas correctas, por el ritmo bien ejecutado, por los acentos en forma, o haber respetado las indicaciones en la partitura: es lo que se supone que debes hacer. Es tu responsabilidad primera: tocar bien. (Acá en el tercer mundo la gente que toca así es casi Dios. Eso y tocar rapidísimo.). No. La música de primer nivel se juzga por la interpretación. Una vez que tengas lo que es, puedes hacer tu estilo propio. Respetando todo lo que ya se sabe. Escoges los crescendos, diminuendos, la manera en la que cantas la melodía, los recursos que empleas, los rallentandos, ritardandos, calandos y de más. Los ad lib, los rubatos, los calderones saben diferente. Pocas veces he logrado llegar a este punto en mis piezas, y he de decir que esto está lejos de ser la meta cuando concierne a eso. Es en este momento en el que te das cuenta de que vas a la mitad del camino.

Primero aprendes a hacer las cosas bien.

Luego, aprendes a hacerlo a tu manera.

¿Cuál será el paso siguiente?
Descubrámoslo.