Estaba en un cuarto desconocido. Y yo tenía prisa. P-r-i-s-a.
Volteé a todos lados, buscando alguna salida porque yo tenía que largarme ya. Estúpido cuartito pudo haber sido más despejado, pero tenía un montón de sillas y mesas, todo de madera y las paredes en tonos café, yay yo por la diversidad, ¿eh?
Comencé a exasperarme, y un sujeto se acercó a mí. Me era conocido, el tipo...
En cuanto lo vi me sentí menos confundida. Comenzó a hablarme de manera familiar acerca de cosas triviales, y me comentó acerca del cambio de número telefónico en su casa. Con considerada atención hacia mí, pensando que alguna vez pudiera yo necesitarlo, me lo dio.
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Y desperté.