viernes, 3 de abril de 2009

La rápida y útil tecnología.

Y que llegamos a la casa de Leo.

A jugar se ha dicho... O por lo menos hasta que se cargue el remoto del Wii. ¿Ven por qué no me gustan esas tiznaderas? Por eso y más razones...

Decidimos pasar los canales de la televisión mientras esperábamos que el foquito cambiara de rojo a azul, tardase lo que tardase, se abriría nuestra sesión de Brawl...

El ambiente estaba tenso. El dueño de la casa ocultaba su cara en el gorro con una mirada triste y una mandíbula apretada; no se podía adivinar si era tristeza, impotencia, enojo... O indigestión. Lo que fuera, la chica a su lado, respondiendo al título de su novia, no estaba mejor.

Que honestamente se apagaron los ánimos hasta que escogimos ver una película que a la novia parecía gustarle. Sabrá Dios en qué momento el novio se alejó.

Y comenzamos a verlo. Y terminé yendo con el novio, a escuchar penas.

Regresamos.

Pero ahora la novia me solicitaba ahí.

Sopas...

Pues que vamos a la tienda. Pues que órale. Pues que vamos. Pues que me cuentes qué pasó.

Y hablamos. Nos arranamos en una esquina, y ahora era el turno de la novia desahogarse. Madres... ¿Pues qué está pasando? Díjeme a mí misma.

Y nos dijimos a ambas, en cuánto un señor caminaba tambaleándose para dar la vuelta en una esquina. ¡Y madres! ¡Suelo! Cabrón, se vio bien ojete... ¿Estará borracho? Bueno, entonces, me decías... Ah, sí...

Y el hombre ahí estaba, tirado, con un madrazote en la mera choya, y nosotras viendo de lejos, pensando en lo prudente de ir, en caso de que hubiera ingerido un loquesea, ya ven que ni es común en estos días...

Pero empezó a convulsionarse. ¿Pues de cuántas se habría hechado...?

Y que llega un carro... "Ah, chavas...", "¿Eh?", "Ahí pueden llamar a la cruz roja que vengan por él, es que no tengo celular.", "Ah, bueno, pues sí, ahí hablamos..."

Nos acercamos al sujeto, y la novia me dio el celular ya marcando a la so bendita Cruz Roja. Oiga, estamos en tal lugar, y, pues... que tenemos aquí un señor que se cayó y se pegó en la cabeza y está muy mal, los de un carro nos dijeron que llamáramos. ¿De un carro? ¿Está inerte? ¿Cómo era el carro? (No debería de venir por el 'ñor primero?) Ah, no, no está muerto. Ah... (Sí, cabrón, hágase el que le vale madre, que al cabo nosotras lo levantamos y lo llevamos a su casa, pendejete...) ¿Entonces puede venir una ambulancia? Ah, sí ahí la mandamos.

Pero no falta la metichez de las señoras que toda su vida han soñado con que algo así les pase para utilizar todos los conocimientos que Doña Televisa y las novelas les han dejado. Y llegaron, poco a poco, en las cuatro esquinas la gente se aglomeraba, expectante, pero nadie se acercaba.

Obviamente una señora no podía pasar sin hacerse la heroína, y empezar a moverse. Alguien háblele a una ambulancia, y mueve al señor y le pregunta cosas...

Todo el mundo empieza a sacar celulares, con una cara de "Ya chingué, ya tengo que contar 'pá mañana". Pues ¿Adivinen qué, zoquetes? Ya hablamos. Pues que hablen otra vez. (Ay, señora...). Hablamos. Dijeron lo mismo.

Se irán a tardar mucho? Qué pasó? Yo creo que se cayó. Se cayó? A lo mejor y tiene epilepsia. Bla. Bla. Bla.

La novia fue por el novio y se pusieron a hablar afuera. Mientras su servidora se encargaba de mirar nefastamente a la gente con un "No sabe no pregunte, no afirme ni asuma".

Tras media hora de LO MISMO. La ambulancia llegó. Por supuesto, la exasperante mujer decía que ya se las sabía de todas a todas. Ella lo había visto... O bueno, tal vez no todo... O bueno, tal vez nada... O bueno, tal vez suponía.

Lo contamos. Y la señora, por supuesto, repitió lo que dijimos diciéndolo como si ella lo hubiera vivido en carne propia. Nos fuimos a la casa, que cuando nos dimos cuenta hasta de noche era. No sin antes que se me salieran algunas verdades sobre los chismosos que llegaban. Puaj. Llegamos. La película se estaba acabando.

Y el control todavía no se cargaba.


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