martes, 27 de julio de 2010

Normaloide

No me gusta salir de la ciudad en vacaciones.

Antes no solía ser así. Pero es que antes de hecho vacacionábamos. Discutíamos acerca del destino al que iríamos, los sitios de interés, posibles hoteles, calculábamos las horas de viaje, investigábamos el clima, medíamos el tiempo de estadía, la ruta, el dinero. Y para cuando partíamos, sabíamos que iba a ser una experiencia nueva, y estábamos predispuestos a divertirnos, y a intentar ser la familia que en todo el periodo escolar no pudimos.

Me encantaba salir. Me emocionaban las vacaciones. Ver los museos, las ciudades, las iglesias. Solíamos ir a tantas ruinas. Conocía tantas civilizaciones. Pensaba que, viviendo una vida así, las sonrisas no se me acababan. Era entonces cuando me sentía viva*.

* Hay, claramente, más momentos, pero es para añadirle drama :D

Recuerdo que cierto año, miramos los mapas que tan familiares nos eran, buscando nuevas ruinas, ciudades y civilizaciones que no hubiéramos probado (aunque sólo era una probadita). Nada resaltable. ciudades con pocas cosas importantes, con tres pirámides y poca historia.

Empezaron a decaer las vacaciones. Comenzamos a sedentarnos. A ir a una ciudad y salir medio día, viendo el centro histórico en lo que nos aburríamos.

Mis hermanos crecieron, y poco a poco dejaron de acompañarnos, y comenzaron a buscar su propio lugar de asentamiento.

De pronto, los viajes eran ir a visitarlos a las respectivas ciudades en las cuales habían elegido vivir.

Ya no había opciones. Ya no había que ver ningún mapa, checar carreteras, revisar hoteles, preguntar por puntos turísticos.

Ahora había buscar casas, vecindarios, familiarizarse con las calles, centros comerciales, buscar trabajo.

Pero yo todavía no me había cansado de viajar. DeE descubrir nuevas cosas, de llenarme de información, de saber más, de conocer, de vivir. Yo todavía no quería estabilizarme y tener una familia, yo era una mocosa de 10 años que quería andar por ahí jugando >_>

Por supuesto que no todo era malo. Estar rodeada de tantos adultos te exige estar (o al menos tratar de estarlo) a la altura de ellos. Hay que pensar con la cabezota, hay que ver más allá, analizar, centrarse.

Y usualmente era así.

No es que fuera precisamente fría, era simplemente seria (principalmente porque no encontraba alguien afín a mí para deschabetarme).

Hasta las jodidas vacaciones.

Señoras y señores, yo no aguanto a mi familia, así como ellos no me aguantan.

Cualquier comentario que hagan hace que me vuelva loca. Hace que quiera gritarles, arrojarles cosas encima, restregarles en cara cosas que ni siquiera han pasado. Mi cabeza deja de estar seria, deja de estar a temperatura ambiente. Hierve. Me enoja. Me remputa.

Y así ha sido todos estos años. La calma, el zen, el equilibrio, se van todos mucho a chingar a su madre y de paso yo también.

Quizás es porque me había acostumbrado a solo tener estrés en todo mi periodo escolar, sin muchos desequilibrios emocionales, o quizás siempre ha sido así y hasta ahorita le pongo atención, pero, estoy increíblemente emocional.

Todo me enoja, me emputa, me pone triste, nostálgica, pensativa. Voy de un cambio a otro con una facilidad cabronsísima.

Cada cosa que me dicen me la tomo personal, la pienso demasiado, y lo peor (cosa que no hacía en mis antiguos cambios de humor), actúo sobre ello.

Noooo D:

¡Actúo!

Antes me quedaba callada. Mataba a la persona por dentro, me imaginaba yéndome de mi casa y viviendo como vagabunda o comiendo palomas. Luego, la satisfacción de que en mi mundo imaginario yo asumí una postura y la vida me sonrió porque yo tenía razón y me gané un Nobel por ser la persona más brillante en esa casa y como me iba bien en la vida mientras a ellos se los llevaba el carajo hacía que me diera un orgasmo sadista y me iba (aunque realmente no hubiera pasado nada).

Pero ahora está horrendo. Porque les respondo, porque les grito, porque de verdad, aunque para nada tengo la razón, aunque mi lógica me dice "¡Es una estupidez, no tienes porque sentirte mal!", simplemente no consigo sentirme así.

No puedo.

Me repito que son conflictos pequeños, que son cosas que pasan, pequeños deslices, pero no logro que mis sentimientos me obedezcan.

Parezco una niña normal. Una niña toda hormonal que se enoja/llora/grita/alega por todo.

No me gusta. No quiero.

Así que si me disculpan voy a ir a llorar al baño.

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