martes, 10 de enero de 2012

Cumpliendo sueños

Ese día teníamos agendado ir a Alcalá. Bueno, más bien, la razón de mayor peso en ir a España era ir a Alcalá, a ver la casa de Miguel de Cervantes, más específicamente, a ver la primer edición del Quijote.

¿No les había dicho? Mi padre ama escribir. Es una historia aparte, pero, tras algunos eventos tristes y permanentes desde su jubilación en la Normal (¿o debería decir, comenzando con ésta?) comenzó a caer en depresión, y no tener nada qué hacer no ayudaba en nada: sus "merecidas vacaciones" se habían convertido en recordatorio constante de las cosas que le pesaban. Escribió un cuento, luego otro y otro; para cuando se dio cuenta el único escape que tenía se había convertido en motivación para no tener de qué quejarse. Actualmente está apunto de publicar un libro, ganó una mención honorífica en un concurso nacional de cuento y no se le ve más contento que cuando está hojeando un libro o escribiendo cuentos.

Mamá y yo somos unas vagas, así que con tal de salir de casa y ver el mundo nos dábamos por satisfechas, y como para entonces el viaje empezaba, todavía teníamos mucha energía para caminar kilómetros y tomar fotos de cada cosa que nos llenaba el ojo de belleza.

-Leí en la revista del avión que iba a estar el Cirque du Soleil todo el mes en Madrid. -dijo casualmente mi padre.

Cuando era todavía más joven -me paro el cuello con mis diecinueve años, gracias-, de algunos doce años, mi gran amiga Karen y yo nos enteramos de cierta compañía de circo de nacionalidad indefinida que hacía obras "de teatro" y las representaba con la peculiaridad de incluir acrobacias en medio. Sobra decir que nosotras estábamos encantadas, y que la magia que ésta proponía era lo más cercano a la magia que Karen creía fervorosamente, y en la que me envolvía cada vez que estábamos juntas. El año en que nos separamos para no volvernos a ver, vi un enorme letrero con un "Cirque du Soleil - Tonight" en Las Vegas, aunque lamentablemente no pude entrar, puesto que mi madre desconocía el concepto del circo y le parecía una barbaridad pagar el boleto sólo por una función de circo.

-¡Yo quiero ir! ¿Podemos? -contesté irremediablemente.

Pues bien, ese día los horarios se ajustaron, compramos los boletos vía internet, los imprimimos y quedamos en ir después de regresar de Alcalá.

Lamentablemente para mi padre, la casa-museo de Cervantes estaba cerrada, pero gracias a nuestros brillantes planes de viaje, aún de no ir ese día, tendríamos otras oportunidades los últimos días de abril.

La única foto digital que encontré de ese día. Es un Quijote en una banca fuera de la casa de Cervantes.

Cansados de vagar por la ciudad durante varias horas, tomamos el tren de regreso,yo, ansiosa del espectáculo que iba a ver en apenas una hora.
Con tropiezos llegamos al lugar, justo para esperar con montón de gente de pie hasta que abrieran la carpa para buscar nuestros asientos.

Claramente la foto de una foto, en espera de la señal de entrada. Sé que dije que muchas fotos se perdieron, pero algunas se rescataron -de esos días, los demás días si quedaron intactos y con todas las fotos-.

Fue maravilloso.
Aunque al principio estaba algo escéptica por el escenario tan pequeño, al momento en que las luces fueron apagadas y los acróbatas comenzaron a subir, y la historia comenzó a presentarse... No pude más. Estaba boquiabierta, me sentía soñada, y sobre todo me sentía de nuevo esa niña asombrada con sueños de magia nuevamente, al lado de una de las personas más fantásicas que conocería. O al menos al lado de su recuerdo.
*break para lagrimear*

Al terminar la función la gran masa de gente salió buscando la salida al metro más cercana. Estaba llena de emociones, pero la presencia de toda esa gente me asustaba. Fijé la mirada en mis pasos, mientras me mantenía cerca de mis padres, pero era demasiado para mantenerme seria.
Nunca he sido muy buena para llorar silenciosamente, pero ese día me esforcé, apenas viendo con la mirada empañada, me quité los lentes sin saber si era mejor traerlos puestos o no, y lloriqueé cuando sólo podía pensar en lo bello que había sido todo, en cuanto amaba a Karen, en cómo la extrañaba, en "los sueños si se vuelven realidad" luego en sentirme una mocosa por pensar en eso.
Mi papá puso su mano en mi hombro y dijo:

"¿Otro sueño cumplido?"

"Sí"


Dije apenas y empapé toda mi cara en lágrimas, ahogando mis berridos, y apretando mi cara contra una de mis manos.

No recuerdo haber llorado de felicidad nunca.
Hay una primera vez para todo...

Otra foto de una foto. Adentro del escenario, de izquierda a derecha: mi padre, mi madre y yo.
Borrosa y todo, esa foto es mi ilusión.

1 comentario:

  1. aahww cosita bonita n.n yo quiero llorar de felicidad algún día n.n
    bueno me retiro y te comento que en mi mi pc lo que pusiste en negritas sale todo rarocon simbolos extraños

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